Hoy toca relato corto de humor. De la mano de Maquiavelo y Fortunato, viajaremos en el tiempo, en el espacio y en otro orden dimensional del que hablaré en la introducción…
Tiempo estimado de lectura: 7min
¿Sabías que los libros podemos comunicarnos entre nosotros?
Los libros tenemos la virtud de intercambiar contenidos y sentir las historias ajenas como si fueran propias. Cuando entramos en contacto con nuestros semejantes, vivimos una especie de trance o simbiosis literaria, tendemos puentes invisibles que nos sirven para comunicarnos y evolucionar.
Aunque parezca mentira, los libros evolucionamos, establecemos entre nosotros una sinergia telepática que eleva nuestra consciencia individual y colectiva.
¿Te imaginas poder viajar al interior de los libros? Accederías a una infinidad de realidades históricas o ficticias dentro de cualquier época, escenario o entramado. ¿No sería fabuloso que pudieras tutearte con tus personajes predilectos y compartir junto a ellos emociones y vivencias?
Haciendo este ejercicio de imaginación concebí el relato de hoy, Maquiavelo y Fortunato. Te pongo en antedentes:
Siglo XXII. Gracias a los avances científicos es posible viajar al interior de cualquier libro, y por tanto, cualquier ficción es susceptible de convertirse en algo tan real como la vida misma, con una profusión de imágenes, volúmenes, sonidos, texturas, colores, emociones y experiencias tan sugestivas como la propia realidad.
También es posible interactuar con los personajes de cualquier obra literaria como si fueran individuos reales e interiorizar en las relaciones que se establecen con ellos, tanto que los medios de comunicación envían periodistas en misiones encubiertas para obtener toda clase de información de los personajes, lugares o épocas que son objeto de estudio.
El relato corto de hoy, se titula:

Había perdido la noción del tiempo. Las jornadas se sucedían largas y fatigosas, y los efectos de la soledad, la exposición a las inclemencias meteorológicas, el nulo resultado de mi búsqueda y los problemas derivados de la desubicación espacio-temporal, se tradujeron en el desdoblamiento psicológico que me aquejaba.
Estaba agotado, sin fuerzas para oponerme a la presencia de Maquiavelo. ¿Quién era Maquiavelo? Un diablo que trastocaba mi psiquismo. ¿De dónde había salido? Lo ignoraba.
Lo cierto es que estaba alojado en mi cabeza, igual que esos demonios diminutos de las pelis que susurran maldades al oído de la gente y dan mala vida a los ángeles buenos.
En mi caso no había ni rastro del ángel bueno. ¿Por qué? Había llegado a la conclusión de que si no estaba muerto, estaba maniatado en algún ignoto lugar y le era imposible contactar conmigo. En cualquier caso, Maquiavelo era el culpable de esta ausencia angelical y representaba, sin duda, mi lado más escabroso, perverso y dañino.
Conque no me quedaba otra, la misión que me habían encomendado tenía que cumplirla en compañía de Maquiavelo, un tipejo abominable que se había acomodado en mi mente y me daba la murga o me incitaba a hacer el mal.
Hasta ahora lo tenía más o menos controlado, pero si bajaba la guardia, el desmadre, la depravación y los problemas subsiguientes podían arruinar la misión más importante de mi vida.
En las tascas, posadas, pueblos y caminos, cada vez que Maquiavelo avistaba una moza que él consideraba de buen ver, me aburría con la misma cantinela. Empezaba con el reproche de marras y luego introducía pequeñas variantes de lo que ya me sabía de memoria por haberlo escuchado hasta el hartazgo:
—Eh, tú, zurumbático, podías haber elegido otro disfraz. Así no a quien se lleve al huerto a una de esas mancebas que, según el propio Cervantes, acostumbran a retozar con la gente de paso.
—Maquiavelo, te lo vuelvo a repetir, nos enfundamos esta sotana porque a la gente de Dios se la respeta. Así estaremos a salvo por estos andurriales.
—Vale, de acuerdo, si tanto te preocupa la seguridad nos desprendemos de la sotana y los relicarios y nos armamos hasta los dientes. Qué me dices, si nos hacemos pasar por caballeros andantes mataremos dos pájaros de un tiro, espantaremos a los rufianes que nos salgan al paso y no habrá flojilla de bragas que se nos resista.
—Qué mezquino eres, Maquiavelo, Don Quijote te escupiría a la cara por mancillar su andante caballería con semejantes despropósitos.
—Soy tan mezquino como tú, no olvides que a Fortunato lo integramos los dos; ese escupitajo del Quijote que mencionas también resbalaría por tu rostro beato.
—Por desgracia eres parte de mí, no puedo negarlo, pero rezo con todas mis fuerzas para que tu presencia se reduzca a la mínima expresión. Un día de estos lograré que te disuelvas en mi conciencia cual terroncillo de azúcar.
—Sí, claro, tomando el camino recto te librarás de mí para siempre, por eso nos has vestido de cura. Hace tiempo, cuando aún no me conocías pero me intuías, probaste con el yoga, el zen y el taichí, pero nunca me imaginé que recurrirías a los patéticos hábitos de la SANTA RELIGIÓN.
—Déjate de rollos y dime, ¿qué has hecho con el ángel bueno? Dices que a Fortunato lo integramos los dos, pero a mí no me engañas, ¿dónde está la tercera parte? Yo soy el tablero de juego, tú representas el mal y en esta partida, si no me equivoco, falta la parte del bien, ¿qué hiciste con ella?
—Te equivocas, amigo, si necesitas un culpable aquí me tienes, la culpa no me quita el sueño, pero no tengo nada que ver con tus mecanismos internos de compensación. Esa iconografía cristiana que representa la eterna lucha entre el bien y el mal es una patraña como otra cualquiera. No soy colorado, no tengo cuernos ni rabo ni tridente, ni siquiera tengo forma material, más quisiera yo, estoy condenado a vivir en los límites de tu mente puritana.
—¡Vaya, hombre, ahora resulta que eres un reo, una pobre víctima de mi régimen carcelario! ¡Entérate bien, aquí la única víctima soy yo, el que sufre la tortura de llevarte todo el día en mi cabeza!
—De eso tenía que hablarte. Pareces un loco de mierda hablando solo por ahí, así es imposible que mojemos en caliente.
—Descuida, cuando regrese al siglo XXII lo primero que haré es ponerme en manos de un especialista. Allí disponen de medios para fulminarte. Prepárate, mi seguro médico te hará picadillo.
—¿Por qué me deseas el mal?
—No te deseo el mal porque ¡tú eres el mal! Solo te deseo la muerte.
—Adelante, liquídame en cuanto volvamos, ¿crees que es agradable para mí estar atrapado en un sosaina como tú? No me agrada en absoluto vivir lo que vives o sentir lo que sientes, llevas una vida de mierda con tus niñitos ejemplares y tu santa esposa. ¡Si al menos nos permitieras disfrutar de vez en cuando de una juerga con putas, barra libre de priva y excesos lisérgicos! ¿Por qué tienes que joder la marrana con el cuento del hombre recto y su autopista hacia el cielo? Con lo bien que estaría yo, por ejemplo, en la mente de un futbolista como Diego Armando Maradona; ese sí que vivía como Dios manda, y no San Juan de la Cruz o cualquier otro besa cruces cuyo reino está en los cielos y su pene en la bragueta. Amén.
—¿Y tú reino dónde está, en los infiernos? ¿No decías que todo eso del bien y del mal, con todas sus correspondencias celestiales o infernales, no eran más que patrañas cristianas?
—Lo dije y lo mantengo. Mira, donde haya una botella de bourbon o un grifo de birra, un solo de guitarra de Jimi Hendrix o Slash, una fulana de buen trasero o un camello bien surtido de coca, ahí está mi reino.
Al final lo dejaba por imposible, jamás se cansaba de objetar o contradecir, guerreaba sin cuartel hasta conducirme al agotamiento. Y luego, por mucho que intentara ignorarlo, me provocaba de tal manera que en cuestión de minutos volvía a estar enredado en una nueva contienda.
Era una pesadilla, una lacra para mi salud mental, una carga añadida a la peliaguda misión que tanto deseaba cumplir para largarme a mí bendita casa, como decía Maquiavelo con sorna descarada.
No iba a ser nada fácil encontrar a Don Quijote en la anchurosa Castilla o allá donde estuviera. Si no lo encontraba a tiempo, entrevistar al caballero más ilustre de la literatura universal me iba a costar la cordura. Supongo que era un precio justo, el mismo que pagó Alonso Quijano por alcanzar la gloria de la inmortalidad.
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¿Qué te ha parecido Maquiavelo y Fortunato? ¿Lo hablamos en los comentarios?
1 agosto, 2019
Este relato reúne todo lo que me gusta: ciencia ficción, humor, sátira y mucha psicología.
Maquiavelo está ahí, junto a los 30.000 demonios y criaturas que habitan en nosotros y que muchas veces recibimos por herencia. Como se concluye de este relato, en verdad no convivimos con ellos, somos esos demonios, es el consciente, la educación y los traumas de cada uno los que se encargan de ocultarlos o exhibirlos con mayor o menor éxito. Me ha gustado mucho ese croquis de la mente en la que está atrapado Maquiavelo, como si fuera un ser independiente al protagonista (eje) al que se puede callar cuando molesta, una descripción de la mente cartesiana muy acorde a esa época de hecho, y muy acorde a la doctrina de la Iglesia que todos tenemos interiorizada. En verdad se concluye que Maquiavelo y él son la misma cosa, que no existe el bien o el mal, y de eso debería tomar conciencia la sociedad actual para sanar sus esquizofrenias mentales. Al protagonista le valdría más reconciliarse con su demonio que acudir a un médico moderno a que se lo extirpara. Los diálogos son brillantes, me reí mucho con las burlas de ambos, creo que has expuesto muy bien el cómo funciona la cabeza dentro de un cristiano, del ayer y del hoy.
Por último me ha gustado mucho la idea de libro realidad virtual, quizás Elon Musk, el friki ese de Tesla, o el Mark Zukerberg te lo plagie en un futuro no muy lejano. Si tuviera que viajar a algún relato de los muchos que he leído creo que no elegiría ninguno, pues no saldría bien parada.
1 agosto, 2019
Querida Hana, es un auténtico placer recibirte de nuevo en el blog. Te invitaría a quedarte de forma permanente, pero no te podría atender como mereces, estoy en continuo pleito de ajustes, desajustes y desbarajustes con la nutrida concurrencia de personajes que integran Cadenas de Papel (véase: Apurito Montoya y Liberto Vagamundo, Fortunato y Maquiavelo, el personaje sin nombre de la trilogía de Comando Matarile y un largo etc.).
Me encantaron las reflexiones de tu comentario, un análisis muy acertado de Fortunato y Maquiavelo y una excelente conclusión; te cito: «En verdad se concluye que Maquiavelo y él son la misma cosa, que no existe el bien o el mal, y de eso debería tomar conciencia la sociedad actual para sanar sus esquizofrenias mentales».
Me estoy planteando seriamente dar continuidad a Fortunato y Maquiavelo, incluso puede que aparezca el ángel bueno en la siguiente entrega. Ya me dirás que te parece la idea. Me alegra saber que te reíste con los diálogos, provocar la risa es una de las cosas más difíciles para un escritor y es agradable saber que contigo lo conseguí.
1 agosto, 2019
Precisamente te iba a haber dicho eso, que sería buena idea seguir con el relato. La verdad es que promete.
2 agosto, 2019
Me lo voy a plantear muy en serio, pienso como tú. Y eso que comentas de que no te gustaría viajar a ninguna novela o relato de los que leíste, piénsalo bien, puede que salieras mejor parada en comparación con el momento presente.
6 julio, 2019
Comenzaré comentando el boletín del pasado día 30, ya que estaba esperando una nueva entrada para decirte que aunque ya con la edad he perdido interés por esos ‘movimientos en la sombra’ que manejan a las sociedades a su antojo los centenares de miles de lobbies, siempre que me doy la oportunidad, leo con interés estos artículos… Hay que continuar lubricando la maquinaria!
Respecto al post, me da la impresión que debería escribir más, pues poseo las cualidades maravillosas que describe en sus líneas, mientras sonrío no se bien si por lo escrito o, sinceramente, debido a que me veo descrito de cierta manera.
Maquiavelo, ay Maquiavelo de nuestros adentros! Con ese ‘picoteo’ que rara vez cesa, esa cháchara incesante que consterna, esa dualidad de manual! Ese ‘veneno’ que contrarrestamos con antídotos de puritanismo! Pues me a parecido muy interesante y entretenido, y como siempre, ese abundante y nutrido léxico lo que más.
Don Quijote sería quizás uno de los mejores libros donde poder adentrarnos, o incluso la opción de Lore. Mi opción, que a lo mejor no esperabas, serían por ejemplo los libros de K. Follet. Creo que las novelas son la mejor opción a la hora de ‘meterse’ dentro de un libro. Podría decirte por ejemplo: ‘Los Pilares de la Tierra’, ‘La caída de los Gigantes’, ‘El invierno del Mundo’ y ‘El umbral de la Eternidad’. El primero ya que adoro la época medieval y más la época románica, aunque la catedral ya es de transición al Gótico. Los otros tres libros que nombro acontecen durante La Segunda Guerra Mundial, y ya sabes como me interesan. De este escritor no leído más que esos, pero me han encantado.
Se me ocurren dos más, ‘Rusia’ y ‘Londres’, de Edward Rutherfurd, que como los anteriores, son novelas históricas. Quizás es que me atrae la idea de ser un viajero en el Tiempo y ser un mero observador de los acontecimientos. Cualquiera decide ‘meterse’ dentro de los libros de Castaneda e irse con él a esas noches de ‘horror’ padecidas por Carlos en el Desierto de Sonora!
Lo más importante es que, y que sea un secreto entre nosotros, yo ya ‘viajo’ al interior de cada uno de esos libros…
6 julio, 2019
Un gustazo tenerte de nuevo por aquí Dantesco. Si crees que deberías escribir más no te niegues ese capricho, para mí es lo mejor del mundo. Podría enrollarme a este respecto pero ahora no procede, en otro momento lo departiremos con esas espumosas selectas y manitues tan presentes en nuestros encuentros como nuestras propias almas. Maquiavelo sabe mucho de manitues aderezados y dobles maltas cuadruplicadas como por arte de encantamento, pero a ese pajarraco nosotros lo tenemos con el pico bien cerrado; aunque ya sabes que este, a la mínima que te descuidas, está metiéndote en jaranas tan memorables como impronunciables: ¡maldito malandro Maquiavelo macabeo!
Por lo demás, esos viajes literarios que me cuentas a épocas medievales y tierras asoladas por la barbarie, son, por supuesto, cien por cien apetecibles, tanto como encerrarse con Dantés en la fétida mazmorra de If o que te muelan a palos unos arrieros embrutecidos junto con Sancho y El Quijote. Ay, quién pudiera sentir en sus propias carnes el pulsar de aquellos tiempos dorados con su pléyade de héroes, mitos y epopeyas. Tendremos que conformarnos con leer estas proezas desde los cómodos lechos, sillones o butacas de nuestro siglo. Hasta la próxima Dantesco, un palo en las costillas de parte de los quijotescos arrieros, disfrútalo.
5 julio, 2019
Maquiavelo no me ha caído nada bien… Por otro lado, a mí me hubiera encantado meterme en el Castillo de If, con Dantés y Faria, haber charlado con ellos y haber ayudado a tramar la venganza del Conde de Montecristo, no hay un final que me guste más que ver pagar al que la hace.
Es un libro que me ha fascinado desde muy pequeña, que comencé a leer por casualidad o por aburrimiento, uno de los días que trasteaba entre los libros de mis hermanos que para mí por ese entonces me parecían todos un tostón, hasta que esta joya cayó entre mis manos. (Seguro que Apurito andaba cerca pero no pudo hacer sombra a Alexandre Dumas).
5 julio, 2019
Jijijiji, así sonaría la risa de Maquiavelo, ese diablillo al que todos negamos como Pedro a Jesucristo pero luego, en las noches más oscuras, no hay manera de negarlo porque es parte indisoluble del dualismo que provoca nuestros conflictos internos. Hasta el propio Jesús fue tentado por el demonio, esa parte de la psique humana que simboliza nuestro lado más oscuro. El Conde de Montecristo me parece una estupenda elección, participar en esas charlas que mencionas con Dantés y el abate Faria sería algo tan grande que se me escapa al raciocinio y me produce un orgasmo cósmico, aunque para mí, el sumun de los orgasmos sería acompañar en sus andanzas a Don Quijote y Sancho Panza. Gracias por comentar Lore, un gusto tenerte por aquí.