
Con este relato corto te invito a reflexionar sobre la vida y la muerte a través de una niña muy especial.
Pero vamos primero con la introducción…
Tiempo estimado de lectura: 4min.
¿Es posible transcender los límites del cuerpo?
Para los humanos desde luego que sí. Soy de papel, el alma es un concepto que se me escapa, pero sé que los humanos atesoráis unas creencias y una fuerza interior que os permite superar las adversidades y proyectaros más allá de lo que perciben vuestros sentidos ordinarios.
En mis tiempos de nomadismo me colé en la habitación de una simpática niña de ojos cerúleos y, oculto entre sus libros, me dediqué a examinarla durante varios días.
Se aprende mucho observando a los cachorros humanos. Su forma de actuar y percibir es limpia (en los que aún no se han echado a perder), libre de prejuicios y barreras mentales.
Vida y muerte, baile sempiterno donde todos confluimos. El relato de hoy, se titula:

Cristina vivía en un adosado de tres plantas con parcela propia y piscina comunitaria. Sus padres y su hermanito lo eran todo para ella. Andaba sobrada de cariño, y, en términos materiales, tenía mucho más de lo necesario, pero la vida le había jugado una mala pasada.
Aunque era una niña sociable, no le hacía mucha gracia recibir visitas. Percibía en los ojos de la gente una lástima hacia ella que no tenía nada que ver con su ánimo y sentimientos. En realidad, tras haber agotado su caudaloso cupo de lágrimas, Cristina había aprendido a ser feliz.
En la planta superior del adosado disponía para ella sola de una amplia y luminosa habitación con treinta metros cuadrados de terraza. Allí se encontraba a sus anchas. Con su desbordante imaginación, había convertido aquel espacio en un parque de atracciones que pasaba inadvertido a los ojos de los demás.
Cuando la luna alcanzaba su apogeo descorría las cortinas y la luz natural inundaba su estancia. Contemplaba el plenilunio con ojos abismales, sumergida en un hechizo plateado que se prolongaba durante horas. Parecía una florecilla de exquisita fragancia enmarcada en un retrato nocturno.
Por el día, Cristina se pasaba las horas muertas, o bien en la terraza (casi siempre leyendo), o bien frente a La ventana de las mariposas, en cuyos márgenes llamaban la atención, adheridas al cristal, cinco mariposas policromadas de vivos colores que su papá le había regalado con motivo de su cuarto cumpleaños.
Cristina creció hasta creerse mayor, y fue precisamente observando a estas mariposas cuando se dijo: «Puedo ser como ellas». Con este firme propósito, asomada a La ventana de las mariposas, puso todo su empeño en aprender a volar.
Al principio, contemplando los ondulantes bosques de coníferas y las cumbres nevadas que rasgaban el cielo, imaginaba durante horas que sobrevolaba el paisaje batiendo unas grandes alas de mariposa.
Más adelante, cuando creyó que podía volar con sus propios medios, prescindió de las alas y desde entonces, Cristina proyectaba mágicamente su cuerpo etéreo y atravesaba La ventana de las mariposas, ascendía hasta las nubes, rebasaba las montañas que enmarcaban el horizonte, dejaba atrás el valle y se plantaba, en fugaces trayectos, en cualquier rincón del globo.
Desde las alturas, había presenciado desiertos con dunas como montañas, serpentinos palmerales, jaimas y tuaregs. También se había internado en los hielos del Ártico y había sobrevolado selvas tropicales, bosques encantados, tundras y estepas, lagos inmensos y recónditos archipiélagos, así como los mares más bravíos, las crestas más afiladas de las grandes cordilleras, las ciudades más legendarias coloreadas por el sol naciente, las pajizas sabanas teñidas de arrebol, las auroras boreales bajo el cielo estrellado y un sinfín de parajes por los cinco continentes.
Sus padres decían que siempre estaba en las nubes. No les faltaba razón.
Cada noche, su madre llamaba a la puerta de su cuarto y entraba un instante después. Aún ensimismada, Cristina se tomaba unos segundos para regresar a su cuerpo. Su madre, ajena a sus viajes astrales, esbozaba una sonrisa indulgente al cruzar la habitación. «Vamos hija —decía—, que ya está la cena». De este modo, con los ojos humedecidos, la conducía todas las noches hasta la puerta del ascensor.
Antes de que saliera del clínico, sus padres adaptaron la vivienda a las nuevas necesidades de Cristina, que en el fatídico accidente perdió la movilidad de sus piernas y sufrió otras lesiones irreversibles cuyas secuelas constituían una sentencia de muerte.
Cristina intuía que la Parca le pisaba los talones. Sin embargo, pese a verse postrada en una silla y cada vez más fatigada, sus días y sus noches transcurrían felices: había aprendido a transcender los límites del cuerpo y, por tanto, sentía más allá de las palabras y los procesos mentales.
Soy Apurito Montoya, ¿aún no me conoces?
Mi historia al completo
¿Te gustó la historia de Cristina? ¿Te hizo reflexionar sobre la vida y la muerte? ¿Lo hablamos en los comentarios?
15 junio, 2020
¡Excelente relato! ¿Qué te puedo decir que no te hayan dicho ya? En un tono sosegado y relajante nos plantas, al final, ante una dura realidad. Lo importante es que la protagonista ha encontrado su forma de ser feliz y viajar mucho más lejos de lo que alguno de nosotros podremos hacer.
16 junio, 2020
Eso es, la protagonista encuentra su modo de ser libre y feliz. Su situación, lamentable por un lado, hace posible que transcienda los límites del cuerpo y que perciba la muerte como una transformación. Muchas gracias, Mariángeles.
23 mayo, 2020
La imaginación es la mayor arma de la que disponemos para convertir las desgracias que la vida nos pone en nuestro camino en aventuras inimaginables. Me ha encantado la sencillez de tu narración, la forma con la que animas a colorear la tristeza y a decir que con una pizca de creatividad se puede hacer de cualquier situación un lugar agradable y lleno de posibilidades. Gran relato, me ha encantado y conmovido a partes iguales, un gran abrazo.
23 mayo, 2020
Hola, Fernando, te agradezco mucho el comentario. Es cierto lo que dices, la mente puede dar la vuelta a la tortilla. Se me ocurre el ejemplo de La vida es bella,, el personaje que interpreta Benigni logra convertir la peor de las desgracias en un parque de atracciones para su hijo. En este caso, además de la mente, interviene la capacidad de desplazarse a otros lugares que adquieren ciertas personas al verse impedidas, como es el caso de Cristina, que empleando su cuerpo astral trasciende los límites del cuerpo y la materia. Esto ocurre de verdad, el relato tiene una vertiente fantástica pero está inspirado en hechos reales. Conocí a una persona que podía viajar de esta manera.
21 junio, 2019
Me recuerda a la manera que tienen los japoneses para narrar las cosas, te muestran el lado bucólico, etéreo, bonito, la cara luminosa de la vida a través de la imaginación y sentimientos inocentes de una niña, frente a la cara siniestra, cruda y cruel de las circunstancias terrenas de su situación física o familiar, es decir, la historia te acaba dando una hostia o golpe de realidad. Pero… en la mano de cada uno está decidir cuál de ambas es la sombra de qué realidad…
21 junio, 2019
Hola Hana. Veo que estás muy puesta en literatura japonesa. Yo lei algunas obras (Murakami, Oé, Soseki) y es cierto que los japoneses poseen ese virtuismo para mostrar ese lado etéreo y luminoso y contraponerlo a la cruda realidad. Nunca me había parado a examinar esta cuestión, así que gracias por tu comentario y por la elogiosa comparación en la que encuadraste mi relato «seudojapones».
13 junio, 2019
Despertado ese sentimiento al leer este relato, he de decirte que me puedo ver a mi en ella. Me ocurre que a medida que leo, me vienen pensamientos, el primero al describir los ‘viajes’ de la nena ha sido ese poder de parar esa conversación interior salvaje, de evadirse de la realidad, el poder de vivir el momento del instante presente.
«Puedo ser como ellas» dice, claro que puedes, puedes ser lo que desees siempre. Cualquiera de nosotros podemos ser como ella, podemos salirnos de nosotros mismos, de la carcasa, o acaso no somos hijos de las estrellas?
Cristina sabe cual es su destino, lo ha aceptado, y de esa manera se ha liberado, por eso puede ser la viajera de las nubes, por eso está preparada para su regreso a casa…
Postdata: como decía al principio del comentario, cuando leía el mismo, me ha venido el pensamiento de Bastian volando entre las nubes sobre Fuju, con esa maravillosa música de la escena de la película ‘La historia interminable!
17 junio, 2019
Excelente interpretación del relato. Me alegra que te sientas identificado con Cristina y que hayas indagado en su alma y al mismo tiempo en la tuya. Supongo que para eso leemos, para indagar y conectar. Supongo que para eso escribimos, para facilitar la indagación y la conexión. El vínculo que se crea entre lectores y escritores es una mágica alquimia que nos mantiene despiertos y vivos. Es algo hermoso. Estimado Dantesco, un placer, espero que te sigas pasando por aquí. Para un escritor desconocido, quien tiene un lector tiene un tesoro.