En cierta ocasión sentí la necesidad de borrarme del mapa y acabé en el Ojete del mundo. No estoy hablando en sentido figurado, Ojete es una aldea que se encuentra en la región de Oyo, Nigeria. ¿Por qué elegí un destino tan desusado como escatológico? Es lo que tiene viajar sin rumbo: caminante, no hay camino…
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Desde el Ojete del mundo
El caso es que surqué un mar de dunas para acabar en Ojete, una incierta parada donde no tenía previsto establecerme, pero las circunstancias me invitaron a hacerlo y me quedé un tiempecito por allí, en el Ojete del mundo.
Por aquel entonces, como ya dije, necesitaba poner tierra de por medio. Lo cierto es que huía, aun sabiendo que huir de uno mismo o de esa cotidianidad que en ocasiones nos asfixia, no es la solución: nuestro principal enemigo siempre va con nosotros, no importa lo lejos que huyamos.
Lo sé, lo sabes y muchos lo saben, pero eso no impide que sigamos huyendo. Huir desahoga, es un parche transitorio que nos da un respiro, y de respiro a respiro nos esforzamos en silenciar la incertidumbre del mañana, ese miedo tan opuesto a nuestro afán de vivir el momento presente: el único que se vive de verdad.
Pero ¿qué significa vivir de verdad? Para mí es arrojarse al oleaje con el propósito de conquistar un legítimo paraíso. Y luego hacerlo otra vez y las veces que haga falta, con la misma disposicíón de enfrentarse a las olas porque, tarde o temprano, los paraisos terrenales se hunden y con ellos sus moradores.

¡No, fuck you! Demasiado accesibles el uno para el otro; demasiado para ambos...
A partir de cierta edad, a salvo de ingenuidades y románticos idealismos, ya no esperamos encontrar el paraíso figurado, pero nos aferramos a nuestros sueños y esperanzas para sentir que no somos prisioneros.
Otros sin embargo renuncian a sus sueños y viven sin esperanza. Se resignaron a la prisión que ellos mismos construyeron y en muchas ocasiones se sienten atrapados (léase: trabajo, rutinas, familia, círculo social…).
Ningún reproche a los que apenas buscaron y decidieron plantarse, la resignación también requiere mucho coraje para afrontar las obligaciones cotidianas, una clase de coraje que escasea en mi interior.
Aquí entran en juego el conformismo y el sentido del deber, lo que mantiene cohesionadas a las familias pese a ser estructuras caducas de engranajes oxidados, embarcaciones obsoletas a la merced de la actualidad y sus modernos paradigmas que nos hablan de poliamor, individualismo, desarrollo personal, quimeras de libertad y sueños rotos, demasiados sueños rotos.
Perdida la fe, es imposible realizar lo extraordinario…
La señora DEMOCRACIA se las prometía felices, pero se dejó ningunear por el señor NEOLIBERALISMO y los tiempos siguen revueltos: tsunamis, huracanes, inundaciones y sequias, ciclogénesis explosivas que simbolizan la convulsión política, social y cultural en la que estamos sumidos aunque muchos, sedados por el consumo y el estado de bienestar, no se den por aludidos.
Pero en fin, que me enredo, el propósito de este libercuento era contarte mi viaje al Ojete del mundo (suena a coña, lo sé, pero insisto, Ojete existe, es tan real como Jaén y su aceite o Logroño y sus vinos).
Descuida, esto no es un blog de viajes, no te hablaré de gastronomía, costumbres o lugares de interés, lo que te voy a contar es tan etéreo y sutil como el viento que esculpe los desiertos y los seres que lo habitan.
Viajar es descubrir, compartir, disfrutar, soñar y, sobre todo, la forma más directa de aprender de uno mismo.
Liberto Vagamundo
La vida con mayúsculas
África, continente negro, pieles de ébano y sonrisas de marfil, poblados de adobe y populosas ciudades henchidas de vida y colores primarios. Edificios coloniales, algunas torres modernas de acero y cristal y abundancia de chabolas en los cuatro horizontes…
África, rara mezcolanza de sonrisas y escasez, tipos ociosos de aquí para allá, mercados callejeros y olores acres, artesanía, tradición, cultura milenaria en lento desarrollo…
África, mares de lenguas rosadas que dialogan en dialectos ignotos, riadas de individuos olvidados que ponen al mal tiempo la mejor de sus caras. Perlas sobres lienzos caoba, parajes imposibles esculpidos por el viento bajo incendios solares…
Mi ruta sin caminos hacía el Ojete del mundo…
África, polvo y sequedad, terruños y sol de justicia, junglas y sabanas, criaturas salvajes agazapadas en la maleza, cazadores de talonario y perdigones de plata, crepúsculos eternos y vuelos de mosquito, noches estrelladas del principio de los tiempos, abismos insondables que se solapan y vigilan envueltos en un manto de silencio atemporal.
África e islam van de la mano desde hace siglos. A orillas del Sahara, una paisana me lo recuerda. Se llama Estela. Se estableció por estos lares, de cara a la Meca, para que el viento del desierto arrastrara sus impurezas. Esculpida por el olvido y el silencio, es un remanso donde convergen amor y fe. Aquí la respetan. Enseña español para ganarse el cuscús y vive humildemente en una casa de adobe.
Estela nació en una gran urbe de cuyo nombre no quiere acordarse. Allí explotó. Durante años no fue consciente de su dolor, estuvo perdida en vorágines de ladrillo y asfalto, riadas de clichés y sonámbulos programados que reventaron la presa y arrastraron su cadáver hasta el bendito lugar donde renació: Ojete, Oyo, Nigeria, África, Tierra, Vía Láctea, Universo, Conciencia, unión con el Todo, un mar de fina arena que se extiende hasta el infinito y nos saca fuera del tiempo para mostrarnos nuestra esencia y verdadero rostro.
Estela, capricho de Alá arrojado a las olas que arribó en un paraíso, remanso de paz, donde la nada es lo mismo que el todo, un silencio omnipresente que al principio perturba pero luego desenreda esa madeja de confusión, ruido y fantasía, que constituye nuestra mente occidental.
Pero no busques a Estela porque no la encontrarás. No existe, solo es una metáfora, un efímero rastro de esperanza, una rosa de los vientos en mitad de ninguna parte, una luz que reverbera en la región de los sueños, una quimera que cuestiona tu espacio, tiempo y lugar.
Un consejo, no viajes al Ojete del mundo, es un lugar tan trillado como todos los demás: «Caminante no hay camino, sino estelas en el mar».
Machado nos sugiere que todo lo que percibimos sólido en realidad es tan etéreo como las estelas que surcan los mares. Nos empeñamos en seguir caminos previamente diseñados, sendas que solo existen para el primero que las trazó: «Caminante, son tus huellas el camino y nada más…».
Lector, lectora, camina por tu cuenta y no mires atrás. Los puestos están repartidos, no quieras el papel de otro, sé tú mismo en la función de LA VIDA CON MAYÚSCULAS.
Caminante, no hay camino, no permitas que te formateen, que nadie te marque el rumbo porque otro que no eres tú se detendrá en ninguna parte y todo habrá sido una ilusión; como este servidor, como estas palabras, como todo lo que crees estable y permanente y en realidad está asentado sobre un campo de minas.

Caminante, no hay camino ni certeza, nada es seguro salvo una cosa: LA MUERTE VENDRÁ A BUSCARTE. Mientras tanto:
La seguridad es más que nada una superstición. La vida es una aventura atrevida o no es nada.
Helen Keller, escritora y activista norteamericana
Si no lo impedimos, cuando abramos los ojos será demasiado tarde. Tarde para arrojarnos a las olas y forjar nuestra propia leyenda, esa plegaria de presente que nos vacía de seguridad y nos colma de bendita incertidumbre, el condimento principal de LA VIDA CON MAYÚSCULAS.
¿Cómo te sientes ahora? Caminante, deja la estela de tu paso comentando este libercuento…
Recursos gráficos de pngtree y pixabay.
31 julio, 2019
Ahora mismo me siento como si pudiera caer un meteorito en la Tierra en cualquier momento y hacer desaparecer toda nuestra realidad y aún así Ojete seguiría existiendo, en algún lado. Tus relatos son minutos valiosos en los que detenerse a pensar dentro del ruido cotidiano de nuestro entorno y nuestra cabeza, momentos cuánticos de Ojetes interestelares. Ojete lo es todo.
1 agosto, 2019
Qué bonito ese sentimiento que describes. Uno nunca sabe qué efecto tendrán sus palabras en los demás y es hermoso descubrir que el aislamiento del escritor en realidad está compuesto de infinitas pasarelas, eterna conexión con ese cuántico Ojete donde confluyen, de algún modo u otro, cada uno de los seres pensantes y sintientes. Aunque cada vez quedemos menos aún somos muchos y nos reconfortamos mutuamente con nuestra presencia. Gracias Hana, te recomiendo que veas este video de un genio de la comunicación.
1 agosto, 2019
Lo bueno de todo esto es que uno escribe, y lo que escribe, vuelve a ser creado… o «recreado» de nuevo en su lector. Cada uno entiende Ojete a su manera y esa esencia de la literatura, del arte y la comunicación, los universos paralelos que se crean.
Con respecto al vídeo: el analfabeto (cliente) siempre tiene la razón.
1 agosto, 2019
Diste en el clavo, una apreciación exquista sobre el proceso escritura-lectua. Totalmente de acuerdo. Y sí, el analfabeto siempre tiene la razón porque en su mundo de automatismos solo existe él y sus necesidades.
27 julio, 2019
Caminante no hay camino, se hace camino al andar… No creo que haya mejor cita para dar sentido al instante presente, lo único real, lo único que existe. La realidad es neutra, es evidente, nada es malo ni bueno, y esos viajes a ‘Ojete’ pueden verse siempre dependiendo del observador, como una bajada a los avernos personales de cada individuo, o un momento de introspección positivo, un momento de pausa cálida, un estado de remanso de paz, para ‘poner’ cada cosa en su sitio, y respirar de nuevo. Cada uno decide como vivirlo y sentirlo, paz o drama, no hay más opciones. Lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos, estemos donde estemos, es sentir en el momento presesente aquella purificación que experimentamos en Ojete.
Evidentemente nada que reprochar a esos que viajan a Ojete llevando en sus repletos equipajes el pasado, y el porvenir, manteniendo incesante la cháchara interna, mientras se olvidan de respirar en el instante presente. Cada uno lleva su ritmo en su aprendizaje personal, cada alma bajará las veces necesarias hasta aquí, y viajará las veces que necesite a Ojete cada vez que repita estancia, hasta encontrar su individual iluminación.
Nosotros aquí continuamos Sr. mío, en nuestro caminar sin camino, acertados o equivocados, quién podría saberlo, si decidimos olvidar de una estancia a otra en este mundo? Pero una cosa es cierta, decidimos ser buscadores de ‘Estelas’, esquivando la dualidad imperante. Que usted encuentre pronto la suya…
P.D: Genial el libercuento, es un arte plasmar conceptos tan viscerales en unas pocas líneas… Ponme a los pies de tu señora.
28 julio, 2019
Apreciado Dantesco, sigo mi Estela con determinación y un sentimiento de certeza que nunca me acompañó en anteriores estelas; ahora bien, la incertidumbre es una constante que siempre debe figurar en toda vida que merezca la pena. Aspiramos a vivir con tranquilidad y buenos alimentos, pero LA VIDA CON MAYÚSCULAS, la que está enraizada en la continua creación, transformación y destrucción, se alimenta de movimiento e incertidumbre.
Lo dejo aquí, cada uno sabe de sobra (o debería saberlo) lo que se trae entre manos y lo que dicen sus ojos al respecto cuando el espejo, espejito, le cuenta las verdades, las mentiras a medias o las trolas como pianos.
Dantesco, no quiero despedirme sin agradecerte las concienzudas apreciaciones que vertiste al pie de este caminante libercuento. Seguro que Liberto Vagamundo también te lo agradece desde el Ojete del mundo.
10 julio, 2019
En cierto momento todos hemos estado en Ojete, y el que no lo haya estado debería, ahora bien, caminante no hay camino, se hace el camino al andar, aunque para unos el mismo camino tiene más piedras que para otros, pero hay que seguir caminando, más vale solo que mal acompañado, yo tengo la suerte de tener de las mejores compañías y eso hace que el camino valga la pena, porque las penas con pan y vino son menos penas.
P.D quizás me he salido un poco del tema.
11 julio, 2019
Hola Lore, gracias por pasarte a comentar. Para mí descender al Ojete del mundo simboliza la purificación, esa descarga de toxinas físicas y mentales que nos ayuda a empezar con fuerzas renovadas. Cada uno, en efecto, ha de encontrar su modo de purificarse para seguir recorriendo ese legítimo camino que como dice Machado «no se ha de volver a pisar». Qué duda cabe que las compañias nos ayudan o impiden avanzar por ese legítimo camino, pero depende de nosotros llegar a buen puerto o malversar nuestra esencia y potencial en propósitos o designios que eclipsan nuestro brillo.