Te propongo una revisión de los cuentos populares de toda la vida. ¿Me acompañas? Soy Liberto Vagamundo y estos son mis libercuentos…
Tiempo estimado de lectura: 10min.
El libercuento de que el trabajo dignifica
No sé tú, pero yo me sentí perdido durante años. Asfixiado en mi diario acontecer, soportaba trabajos indeseables con el único fin de ganar dinero y mientras tanto buscaba una salida, pero no la encontraba.
Dicen que el trabajo dignifica. Depende del trabajo, digo yo; intercambiar nuestro tiempo por dinero sin ninguna gana de hacerlo, más que dignificar, prostituye. La diferencia es que la puta (o el puto), además de su tiempo, vende su cuerpo por dinero, pero en términos generales nadie sale bien parado al verse envuelto en la naturaleza de toda esta mierda.
El problema es que nos educan para ser piezas operantes de un sistema basado en el consumo y la esclavitud laboral, ese bucle donde fuimos insertados, de mejor o peor manera, a base de normas, costumbres, prejuicios y resto de martillazos que nos sacuden en la cabeza desde que venimos al mundo.
Te dejo un vídeo musical de LOS CURRIS que ilustra esta realidad de brillante y jocosa manera. Solo dura 2 minutos…
(Para el que no lo sepa, los Curris son diminutas criaturas verdes con apariencia humanoide y cabeza de guisante que construyen estructuras sin descanso. Son una de las razas de la mítica serie de marionetas Fraggel Rock, también conocida como Los Fraguel. Haz memoria: «Vamos a jugar / tus problemas, déjalos/ Para disfrutar /ven a Fraguel Rock».)
Como pudiste comprobar, los Curris son tan crédulos como nosotros y sus cuentos tan dogmáticos como los nuestros.
Me pregunto qué porcentaje de la sociedad se sentirá identificado con el diablillo que rechaza el casco.
Así no es fácil encajar, de una forma saludable, en ese estado de bienestar que dibujan los políticos en nuestro horizonte compartido con sus hipócritas monsergas y letanías.
Fingimientos, patrañas, invenciones, esos cuentos que nuestros papis nos leían a la hora de dormir ahora nos los cuentan los que mueven los hilos del mundo a través de sus canales de propaganda y adoctrinamiento.
Pero nada qué ver, será que perdimos la inocencia, los cuentos de tertulia y noticiero no a quien se los trague. Son como esos granos de maíz con los que nos ceban los putos amos a fin de papearse, con sedoso pan francés, esos huevos que tanto nos cuesta poner.
Los tachones son cosa de Eugercio, se encarga de enmendarme la plana cuando la ausencia de corrección política le provoca zurraspera.
El estado de bienestar se ha ganado, por méritos propios, un lugar de privilegio dentro de los libercuentos de Liberto Vagamundo, pero en mi ranking personal está por debajo del que viene a continuación…
El libercuento del jardín de la alegría.
Qué mundo este, dónde se ha visto que los lobos se autoproclamen benefactores de los corderitos y les otorguen mecanismos para que decidan, democráticamente, qué lobito velará por sus intereses (léase: en qué fauces acabarán).
Ahora se ha puesto de moda censurar cuentos populares como Blancanieves, La Cenicienta o Caperucita roja, porque, según dicen, incurren en actitudes sexistas.
Lo entiendo, se trata de fomentar la igualdad entre los más pequeños; pero no todo es sexismo, estas reducciones condenatorias desdeñan otros valores de los cuentos populares que nunca deberían perderse.
No sé, este asunto me suena a quema de libros (una más), no vaya a ser que los peques se figuren que el mundo es un lugar abominable donde los lobos con piel de cordero o traje de abuelita nos acechan desde la penumbra.
Soy un mal pensado, debería relajarme, en realidad todo es festejo y purpurina, fotos de gente sonriente, cooperación, integración y buena voluntad.
Infantes del mundo: bienvenidos al jardín de la alegría (para más señas, te remito al tema homónimo de El Chojin, un rapero cuyo trabajo admiro).
Padres, maestros, pedagogos y adultos en general: jueguen, bailen, diviértanse, barran las maldades bajo la alfombra y eduquen a los chiquillos desde la perspectiva de la ingenuidad y el desconocimiento. («Para que pueda manipularlos y controlarlos mejor», dijo el lobo disfrazado de abuelita).
En fin, cada uno sabrá, me estoy desviando del fin de este post. Eugercio me pidió que, a modo de presentación, os resumiera mi trayectoria vital. ¿Me pregunto quién será el protagonista del próximo libercuento?…
El libercuento de Liberto González Hinojosa

Érase una vez un vagamundo…
Desde que vine al mundo, fui bendecido con familia, amigos, techo (salvo alguna que otra noche de angustiosa intemperie), ropa y sustento, pero tuve que apechugar con la mierda que unos y otros me echaron encima hasta que, al filo de la treintena, una crisis personal me hizo replantearme mi modus vivendi.
¿Qué cojones estoy haciendo?, me pregunté.
(Como sé lo que va a pasar, me adelanto: ¡Eugercio, censor, no taches el cuyons! Luego me dirá que los tacos gratuitos sobran. Me censura por vicio. Por tocarme los cojones).
Hasta que no me atreví a denunciarme no pude sentir el frescor de un nuevo amanecer. ¿A qué denuncia me refiero? A veces, algo tan sencillo como admitir y expresar abiertamente nuestra infelicidad nos cuesta un mundo, ese fue mi delito.
Pero lo hice, me denuncié a viva voz ante amigos y familiares. Por entonces, aunque ignoraba lo que quería, tenía muy claro que estaba muy lejos del círculo vicioso nómina-consumo.
Durante años, mis esfuerzos laborales habían contribuido a realizar los proyectos o sueños de otros. Me había levantado cada día para ocuparme de cuestiones que me importaban un bledo en lugares donde no quería estar y, por norma general, junto a personas estereotipadas que no me aportaban gran cosa.
Ya había tenido suficiente. Había llegado la hora de diseñar mi propia vida.
Y eso fue lo que hice, adquirí el compromiso personal de no cesar en mis empeños hasta salirme con la mía.
Si vas a intentarlo, ve hasta el final, no existe una sensación igual. Estarás solo con los dioses, y las noches arderán en llamas. Llevarás las riendas de la vida, hasta la risa perfecta. Es por lo único que vale la pena luchar.
Así concluye Factótum, película basada en la novela homónima de Charles Bukowski
En la vida hay miles de causas ajenas en las que puedes involucrarte, pero solo involucrándote en la tuya desarrollarás tu potencial y podrás compartirlo en tu radio de alcance. A partir de ahí, nuestros actos y palabras estarán armonizados.
Existen dos causas que producen todas las confusiones: no decir lo que pensamos y no hacer lo que decimos.
Esta cita circula por la red, pero no pude determinar a quién pertenece.
Ahora bien, decir lo que uno piensa y obrar del mismo modo puede conducir, irremediablemente, a que te muelan a palos (que se lo digan a Don Quijote). Así que ojo, delimita tu campo de acción, ejercita la lengua o las manos cuando sea necesario y en sintonía con lo que sientes y crees.
Yo no me adscribo a ninguna causa ni me involucro en procesos ajenos, no sufro por lo que no puedo controlar, no me identifico con algo más grande para sentir euforia o pesadumbre. Estoy centrado en mi lucha, invierto mis energías en observar, cavilar, escribir y comunicar, eso es todo. Fuera de estos límites no me encontrarán.
SUPONGO QUE A ESTAS ALTURAS TE ESTARÁS PREGUNTANDO…
¿Cuál es tu lucha? ¿Qué compromiso adquiriste contigo mismo?
El libercuento del mercado laboral
¿Tocaste fondo alguna vez? No es nada fácil determinarlo, siempre se puede seguir cayendo sin que sepamos donde queda el verdadero fondo. No obstante, si estamos convencidos de haber tocado fondo, podemos aprovechar ese momento para adquirir un compromiso personal.
Yo me comprometí a no exponer el ojete al viento nunca más.
Cuando buscaba trabajo de manera convencional, el término «currículum» me repugnaba. Pero ha pasado el tiempo… y ahora me repugna más todavía.
Para acceder a un empleo digno (o indigno), nos vemos obligados a hacer acopio de un sin fin de atributos, habilidades, conocimientos, cualificaciones y titulillos que nos capacitan para darnos de leches con el resto de candidatos dispuestos a ingresar, del modo que sea, en el mercado de mercaderes que mercadean con nuestras vidas.
¿Y TANTO ESFUERZO PARA QUÉ?…
En serio, ¿para qué nos partimos el currículo? ¿Para que el departamento de personal de turno detenga sus ojos en nuestra hoja de méritos y, cuando llegue la esperada entrevista, tengamos que deshacernos en autoelogios y babosadas dignas del mamarracho que las empresas desean porculizar contratar?
¿No es repugnante? ¿O solo me lo parece a mí?
El libercuento de la fama y el vagamundo
Mi sueño es ser escritor de los que viven de sus obras literarias, pero al menos me gano la vida escribiendo (ojo, soy minimalista, no tengo coche ni hipoteca, practico el trueque, la abstinencia sexual y consumo lo justo y necesario con bíblica austeridad. ¿Entiendes ahora que me gane la vida escribiendo?).
TE RESUMO MI HISTORIA…
Con el objetivo de promocionarme monté un blog especializado en novela negra que mantuve durante de dos años, pero no me comí un colín y mi sueño se estancó.
Las cosas no suelen salirnos como proyectamos. Empiezas en un punto A con el objetivo de llegar a un punto B que casi siempre se transforma en C y así sucesivamente hasta agotar el abecedario.
En conclusión, descubrí que tenía talento para redactar contenidos, me formé como copywriter y ahora trabajo en remoto, redacto principalmente páginas de venta y artículos de opinión en blogs de cierta relevancia.
En este caso, estaba en deuda con Eugercio (cabeza pensante de Cadenas de papel), que en mi etapa más sufrida de bloguero sin dinero me abrió las puertas de su casa sin pedirme nada a cambio. Pero ese es otro cantar que dejo para futuras ocasiones.
Si gustas, en los próximos libercuentos hablaré de las virtudes del minimalismo, de mis andanzas y descubrimientos, del sentido de la vida, de los claroscuros de la conciencia o de cualquier otro tema que surja.
Creo que me he vuelto a pasar (tres pueblos) de las mil palabras que marcan los cánones del blogging, así que voy a echar el cierre. Pero no sin lanzar al viento una de mis ráfagas entrometidas (lo admito, soy de los que aconsejan sin que nadie me lo pida).
El libercuento de las baldosas amarillas
Solemos quejarnos, exigimos a la vida esto y lo otro, culpamos a los demás de nuestros fracasos o sinsabores, pero lo cierto es que solo tenemos lo que en justicia merecemos, aquello que generamos con nuestra forma de pensar y actuar.
Te aconsejo que pases a la acción, eres el único (o la única) responsable de tu fortuna o desdicha. Apunta alto y obra en consecuencia.
No te pierdas, sacúdete la confusión y el dolor que genera la programación colectiva, visualiza tu camino de baldosas amarillas y síguelo mientras conserves un gramo de fuerza.
Liberto Vagamundo
¿Qué te aguarda al final? Quién sabe, lo único seguro es la Guadaña y kaput, conque sácale el jugo a la vida y no permitas que otros te lo saquen a ti CON SUS CUENTOS POPULARES.
23 junio, 2019
Sr. González Hinojosa, continúo con mis comentarios por estos derroteros modernos, por esta ventana abierta de par en para cualquiera que ose empezar a despertar y cuestionarse, por lo menos un poco, las historias que nos cuentan y las que uno se cuenta a sí mismo.
Entiendo su postura, cómo no hacerlo, si llevo un ‘González Hinojosa’ dentro? Ni por casualidad cuestiono cada una de sus líneas, escritas desde un análisis que le habrá llevado más de una década. Genial, simplemente, porque aún aplicándole la censura ese corrector que anda ‘ojo perdiz’ por detrás de usted, se que no hay odio ni rabia en sus palabras, solo madurez.
Por mi parte, le apoyo incondicionalmente, sin juicios, con amor, a continuar con su empresa. Los minimalistas nos entendemos, espero que me continúe sacando una sonrisa con análisis como este. No hay nada ni nadie en el exterior que desee nuestro mal, el mundo no es el mundo salvaje que nos hacen creer, ni somos el personaje que hemos creado.
23 junio, 2019
Estimado Dantesco L. Johanson, un verdadero placer tenerle por aquí de nuevo. En primer lugar, en referencia a la censura que Liberto me atribuye, tengo que decir en mi defensa que los potros salvajes, para que no se desboquen, deben tener un jockey que refrene sus impulsos. Créame, el señor Gonzales Hinojosa dispone de un amplio margen de maniobra, pero hay ciertos terrenos en los que prefiero no aventurarme. Entiéndalo, el registro de este blog esta a mi nombre, soy el máximo responsable de todo lo que figure en sus entrañas digitales.
Por otro lado, y esto que quede entre nosotros, admito que disfruto pinchando a Liberto Vagamundo, pero no volverá a suceder, voy a darle carta blanca para que exprese sin cortapisas lo que lleva dentro. Espero que esta medida sea provechosa para usted, señor Dantesco, y que los próximos libercuentos dibujen nuevas sonrisas en su rostro reconcentrado. Disfrute, pues, de lo que siga escribiendo Liberto en Cadenas de papel, esta humilde casita digital donde siempre encontrará la suya.
Por último decirle que estoy de acuerdo con usted, está en nuestra mano reconciliarnos con el mundo y con nosotros mismos, el enemigo lo llevamos dentro. Supongo que estamos en ello.
21 junio, 2019
Con respecto a lo de los cuentos populares, hace nada han estrenado en Netflix un documental sobre el caso de las niñas de Alcasser que me ha hecho reflexionar poniéndolo en conjunto con este cuento. Un artículo que escribieron a raíz del documental y que me gustó mucho fue el que hablaba sobre la CAPERUCITA de cada generación… Yo no viví el circo que se montó en torno al caso porque era muy pequeña… pero por lo visto fue totalmente lamentable el cómo se dio cobertura a la desgracia y la ignominia humana mediante los medios de comunicación. Y lo importante del caso fue el relato, el cuento popular de los medios, mediante ello buscaban aleccionar a las niñas de la época para que ocuparan el lugar que se las tenía reservado en la sociedad. Se podrían reescribir muchos cuentos populares, se deberían reescribir.
21 junio, 2019
Hola Hana. Interesante la persepectiva que abres con tu comentario. Estoy de acuerdo. La mediatización de los asesinatos y otras calamidades, además de ser mezquina y vergonzosa, se utiliza con fines moralizadores. No he visto el documental que comentas, pero el caso de las niñas de Alcasser lo recuerdo perfectamente, fue el que abrió la caja de Pandora, la madre de las alarmas sociales, el precursor de los circos mediáticos acontecidos en España en las últimas décadas. Así que pienso como tú: la prensa carroñera da forma y difusión a algunos de esos cuentos populares que nos manipulan y formatean. Desde luego que habría que reescribirlos, supungo que fue lo mismo que pensaron los creadores y productores de «El caso Alcasser» (el documental del que me hablas). Me lo apunto para verlo en cuanto pueda, gracias por la aportación.