Arrancad las semillas, fusilad a los niños supuso el estreno literario de Kenzaburo Oé. Con semejante título, como podrás imaginarte, no hay mucho margen para el optimismo en esta formidable novela sin espesantes ni edulcorantes añadidos. ¿Nos vamos a Japón?
Tiempo estimado de lectura: 5min.
Sinopsis
Con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, un grupo de adolescentes repudiados por la sociedad es conducido desde un reformatorio hasta un remoto valle donde los lugareños les acogen a cambio de trabajo y obediencia. El alborozo inicial de los chavales lo cortará de raíz una supuesta epidemia que despierta los recelos y temores de los ariscos aldeanos.
En este caldo de cultivo de miseria y crudeza inherente a los tiempos de guerra, los jóvenes son abandonados a su suerte en la aldea y sus alrededores, donde quedan aislados y tratan de organizarse.
Al verse responsables de su destino, tendrán que lidiar con emociones contrapuestas que irán desde el amor y la lealtad hasta el odio y los conflictos de diversa naturaleza, y todo esto condicionado por la alargada sombra de los adultos, un mal que se cierne sobre ellos y amenaza con borrarlos del mapa.
Sinopsis original de Cadenas de papel
Mi visión personal
Sorprende descubrir un estreno literario de este calibre. Desde el principio de la novela queda patente la maestría de Kenzaburo Oé. Los personajes, muy logrados y convincentes, están imbuidos de un halo poético que contrarresta la crudeza de la trama.
Realmente nos perdemos en un remoto valle japonés. Estamos allí, rodeados de jirones de niebla y ateridos por la frialdad de los agrestes paisajes congelados en el tiempo. Expectantes, fluimos por la sustanciosa lectura y a veces nos detenemos sin aliento. Nos detenemos a releer una prosa de entrañas abiertas que agita las nuestras y nos hace reflexionar.
Leer Arrancad las semillas, fusilad a los niños es asistir a los primeros pasos de un ascenso sosegado hasta la cumbre de las letras japonesas contemporáneas.
Leer a Kenzaburo Oé es adentrarse en un territorio sinuoso y sombreado donde el alma y el intelecto se funden en un abrazo, donde el calor y la frialdad, extremos en apariencia irreconciliables, se fusionan en un acto creativo que remueve conciencias y levanta ampollas.
Desde mi punto de vista, si Arrancad las semillas, fusilad a los niños no te seduce o conmueve de alguna u otra manera, es posible que no sepas leer o, peor aún, puede que no sepas interiorizar tus vivencias.
Aunque también podrías estar lobotomizado por la incultura o demasiado aturdido por los reclamos publicitarios, entonces formarías parte de esa recua multitudinaria de animales con ojos que se alimenta exclusivamente de pan y circo.
Sé que no es tu caso, no hubieras leído hasta aquí, pero si te diste por aludido o aludida, no te recomiendo esta lectura; yo que tú empezaría, por ejemplo, por El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl.
La trama
Un bombardeo destruye un reformatorio y los jóvenes internos, rechazados por sus propias familias, se ven envueltos en un periplo que dará con sus huesos (así están, en los puros huesos) en una remota aldea.
Esta es la historia de dos hermanos (el mayor ejerce de narrador) y sus camaradas de penurias. A través de su mirada, asistiremos a la debacle del sentido de la humanidad, una metáfora muy explícita de como nuestros instintos más despiadados arrancan de cuajo la inocencia de los niños y su confianza en los adultos: las semillas a las que hace alusión el título de esta novela.
En su periplo, los jóvenes pasan hambre y sufren vejatorios maltratos. Esto hace que la rebeldía propia de la adolescencia se acentúe, pero la mano de hierro de los adultos ejerce su función correctora sin atisbos de piedad o tolerancia.
Inmersos en el caos, los chavales contemplan con idealismo la guerra y sus consecuencias: soldados desertores en la antesala de la derrota, hostiles campesinos que esgrimen con fiereza aparejos de labranza, fragmentación, desarraigo, miedo, hambre, traición… y pese a todo, coletazos de entusiasmo infantil celebrando la vida allá donde la muerte sacude a los más fuertes y se ensaña con los más vulnerables.
A medida que transcurre la narración se suceden los lugares comunes del psiquismo japonés: el arraigado sentido del honor, la práctica de la sodomía, la eterna dialéctica entre luces y sombras, entre la belleza y sosiego de los bucólicos parajes y el descenso a los abismos del ser, una mezcolanza de belleza y desesperación que bajo el prisma de la supervivencia en condiciones extremas mantiene al lector en vilo por saber lo que ocurrirá con este grupo de jóvenes desechados, la viva representación de la bestialidad de nuestra especie.
Como muestra de este desprecio y brutalidad, el alcalde del pueblo que acoge al grupo de niños les dirige estas palabras:
Sois iguales que la mala hierba. Cuando crece, no sirve para nada… Y la mala hierba se arranca antes de que crezca y eche a perder la cosecha.
Valoración final
Una dramática historia con destellos de amor y fraternidad. Una lectura que ahonda en las oscuridades del alma y en los instintos más primitivos de la condición humana. Una prosa vigorosa, poética y en ocasiones descarnada que me parece asombrosa por el siguiente motivo: en 1957, cuando se publicó esta novela, Kenzaburo Oé tenía 23 años.
Yo desconocía este dato y me parece alucinante que alguien tan joven, por mucho talento que tenga, demuestre la madurez y habilidad necesarias para plasmar una obra que te recomiendo con especial encomio.
No soy de poner nota, pero si tuviera que hacerlo, Arrancad las semillas, fusilad a los niños estaría mucho más cerca del diez que del cinco. Ya, de lo más impreciso, pero es que no soy de poner nota: la apreciación personal es algo completamente subjetivo.
31 julio, 2019
Uno de mis escritores preferidos. Me ha gustado mucho el arte y precisión con que lo has descrito, tanto la obra como el autor. Hace mucho tiempo que lo leí y me has hecho rememorar y comprender paisajes y escenas que me conmovieron (y retorcieron) especialmente, y que a veces son difíciles de expresar con palabras. Hay una obra suya de varios cuentos que se llama «Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura» que es magistral y espero con ganas que hagas algún día una reseña de ella para comentarla, porque me marcó mucho.
1 agosto, 2019
Gracias Hana, tu comentario redbull me dio alas, hiciste que el tiempo invertido en la documentación, redacción y edición de esta reseña valiera la pena. Creo recordar que tú me descubriste a Kenzaburo Oé cuando me regalaste Una cuestión personal, otra magnífica novela de este portento de las letras. El libro de relatos que comentas, Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura, también lo leí (otra joya) pero hace unos años, tendría que releerlo para hacer una reseña decente. No te prometo nada, pero tomo nota…